La reciente renuncia de Rocío Monasterio a su cargo como diputada autonómica en Madrid y la destitución como líder regional de Vox son apenas la punta del iceberg de una serie de bajas que han golpeado al partido. Estas salidas, atribuidas más a un liderazgo autoritario que a discrepancias ideológicas, reflejan una crisis interna agravada por la eliminación de elecciones primarias y el fortalecimiento de un liderazgo centralizado. Esta corriente ha permitido disipar sin debate interno varias estructuras provinciales significativas, como la de Monasterio, en un contexto donde la democracia interna parece estar erosionándose. Santiago Abascal, al frente del partido, ha recurrido cada vez más a un círculo estrecho, incluido el influyente empresario Julio Ariza, cuya mano parece guiar muchas de las estrategias clave de la organización. La influencia de Ariza y su entorno, incluidos contratos cuestionados con la empresa Tizona Comunicación, ha suscitado críticas y tensiones, mientras que el partido se enfrenta al reto de mantener cohesionada su estructura y legitimidad interna.
Leer noticia completa en El Pais.
