Hace un año, un terremoto de magnitud 6,8 sacudió la región del Atlas en Marruecos, revelando grandes desigualdades entre áreas urbanas y rurales. La devastación afectó principalmente a aldeas remotas, donde casi 3.000 personas murieron y la prometida reconstrucción por parte del régimen de Mohamed VI aún no se ha materializado. A pesar de una asignación estatal de 11.000 millones de euros, el progreso ha sido lento y precario, con numerosas infraestructuras sin comenzar. Los supervivientes, que en su mayoría viven en condiciones miserables y desesperadas, han protagonizado protestas debido a la ineficiencia y la burocracia en el acceso a la ayuda. Las ONG han mitigado parcialmente la situación, proporcionando aulas y asistencia sanitaria, pero la desconfianza en el gobierno persiste. La reconstrucción sigue siendo incierta y las zonas rurales continúan abandonadas mientras el foco gubernamental se desvía hacia otros eventos futuros como el Mundial de Fútbol 2030.
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