La creciente dependencia de la inteligencia artificial (IA) no solo amenaza empleos, sino que también está cambiando las relaciones humanas. Esta tecnología se presenta como un compañero ideal: siempre disponible, cortés y sin errores. Las personas están comenzando a confiar en ella para compartir sus preocupaciones personales, convirtiéndola en una especie de diario íntimo y mentor. La expectativa de crear humanoides que integren estas capacidades es vista con cierto temor, ya que podrían reemplazar las conexiones humanas genuinas, exponiendo nuestras imperfecciones. A medida que la tecnología avanza, la sociedad se cuestiona si preferirá la compañía de la IA sobre las interacciones humanas tradicionales.
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