En 1991, en un escenario televisivo que se antoja histórico desde la perspectiva actual, el escritor Antonio Gala compartió con Jesús Quintero una serie de reflexiones que han alcanzado relevancia en la era digital. En aquel entonces, temas como la inteligencia artificial parecían sacados de una novela de ciencia ficción, sin embargo, Gala ofreció una visión sorprendentemente crítica del futuro tecnológico que hoy parece haber cobrado vida.
En su intervención en el programa «Paraísos», Gala anticipó un mundo donde la «inteligencia natural será sustituida por inteligencias artificiales». Un panorama que se ha concretado con la proliferación de asistentes virtuales y algoritmos que moldean gran parte de nuestras interacciones diarias. Gala advirtió de una existencia integrada por seres humanos «prefabricados», condicionados por sistemas tecnológicos que dictan comportamientos y decisiones, algo que en la actualidad se manifiesta a través de las redes sociales y otras plataformas digitales.
El escritor también fue más allá al explorar el fenómeno de la facilidad de acceso a la información, que en sus propias palabras no garantizaba un conocimiento profundo. Esta reflexión se presenta hoy en día como una crítica al llamado «efecto Google», donde la inmediatez de las respuestas no siempre se traduce en entendimiento o pensamiento crítico.
Un punto crucial en las reflexiones de Gala fue su preocupación por el uso de la IA como mero entretenimiento, una herramienta que embota en lugar de emancipar. En este sentido, Gala presagiaba un contexto en el que la inteligencia artificial podría convertirse en un agente de distracción masiva, una crítica que encuentra eco en debates contemporáneos sobre el impacto de aplicaciones y plataformas en la sociedad moderna.
A pesar de no ser tecnólogo, Antonio Gala logró con su observación cultural instigar preguntas que resuenan con fuerza en el actual debate sobre los límites éticos y sociales de la IA. En un mundo que avanza hacia una integración tecnológica sin precedentes, las palabras del escritor nos desafían a replantearnos si estamos utilizando la tecnología para potenciar nuestras capacidades o para adormecerlas.
Gala dejó un legado de advertencia: el verdadero reto no reside en el poder de la inteligencia artificial, sino en preservar y fomentar la inteligencia humana. Así, el valor de sus reflexiones cobra aún más significado al enfatizar la necesidad de no subordinar el pensamiento crítico y la emocionalidad a la automatización y la inercia. Un mensaje que, sin duda, continúa vigente en la actualidad tecnológica.