Sergio Ortuño se ha consagrado como un jugador esencial en el Cádiz CF gracias a su reciente actuación destacada frente al Eibar. Sin necesidad de grandes campañas promocionales, su juego fluido y eficaz se ha ganado la admiración de la afición. En el enfrentamiento contra el Eibar, Ortuño formó un sólido doble pivote junto a Moussa Diakité, demostrando cómo la constancia y el buen fútbol pueden superar cualquier expectativa.
Paradójicamente, uno de sus mayores admiradores es Gaizka Garitano, el entrenador que en ocasiones había optado por mantenerlo en el banquillo. Tras el encuentro, Garitano elogió su desempeño, destacando cómo Ortuño mantuvo el equilibrio en el medio campo, permitiendo a jugadores como Diarra jugar con más libertad ofensiva. En un Cádiz acostumbrado a luchar cada jugada, Ortuño aporta un balance perfecto entre fuerza y criterio.
El partido fue una demostración del crecimiento de Ortuño, quien comenzó de manera discreta y terminó siendo fundamental. Con más oportunidades de ataque que su compañero Diakité, su rol en el equipo fue vital, ofreciendo opciones de pase y ayudando a aliviar la presión. En la rueda de prensa posterior al partido, Ortuño explicó con modestia cómo su experiencia creciente en la categoría le permite apoyar eficazmente a sus compañeros, convirtiéndose en un líder sereno.
Antes de este resurgir, Ortuño había pasado por momentos difíciles, con poco tiempo en el campo y la frustración de no ser titular a menudo. Sin embargo, en lugar de venirse abajo, tomó esta etapa como un desafío. Este cambio de perspectiva resalta su disposición a ser indispensable para el equipo.
El Cádiz precisa de un mediocentro como Ortuño, que aporte orden y serenidad, complementando a jugadores más dinámicos como Diarra. La tarea de Garitano será coordinar estas cualidades para lograr un juego armónico. En este complejo rompecabezas, Sergio Ortuño se perfila como un componente crucial, la bisagra discreta que mantiene firme la estructura del equipo.