La tensa relación entre los presidentes argentinos y el primer Papa latinoamericano, el Papa Francisco, ha provocado un distanciamiento que se evidencia en el hecho de que Jorge Bergoglio no ha regresado a su país natal desde que asumió el papado en 2013. Esta situación subraya una notable desconexión con Argentina, reforzada por las complejidades políticas y personales que han caracterizado su vínculo con los líderes del país sudamericano.
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