Aziz Akhannouch, primer ministro de Marruecos y una de las mayores fortunas del país, ha sido recibido con honores en Moncloa, pese a su controvertida figura en la política marroquí. En su país, Akhannouch representa lo que algunos denominan «capitalismo de amiguetes», dado su control sobre sectores económicos estratégicos como el de los hidrocarburos, al tiempo que lidera el partido Reagrupación Nacional de Independientes. Este multimillonario ha enfrentado frecuentes acusaciones de corrupción y conflictos de intereses, exacerbados por escándalos como la desregulación del mercado de combustibles, que presuntamente benefició a su empresa Afriquia. La censura mediática en Marruecos y la dependencia del sistema judicial han frustrado cualquier intento significativo de rendición de cuentas, mientras el descontento social se intensifica por la desigualdad y la falta de transparencia. A pesar de ello, Akhannouch mantiene un papel central en el gobierno de Mohamed VI, simbolizando la fusión de poder político y económico, y dejando una huella de acusaciones de corrupción y favoritismo estatal en su trayectoria.
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