El concepto de «streaming de pensamientos en tiempo real» suena futurista e intrigante, pero ahora proviene de un equipo de investigación serio respaldado por universidades de renombre y sustentado en un artículo revisado y publicado en «Nature Electronics». El sistema, conocido como BISC (Biological Interface System to Cortex), representa una nueva generación de interfases cerebro-ordenador inalámbricas capaces de registrar y estimular la actividad cerebral con una resolución sin precedentes.
BISC, un innovador chip del tamaño de un cabello humano, se inserta sin mayor invasividad entre el cráneo y el cerebro, operando como un sistema de micro-electrocorticografía de alta densidad que recoge detalladamente los campos eléctricos de la superficie cerebral sin penetrar el tejido. Gracias a su diseño compacto y su producción basada en procesos industriales, BISC está preparado para ser fabricado a escala, abriendo las puertas a aplicaciones reales más allá de los meros prototipos.
A través de un ancho de banda que rivaliza con el flujo de un vídeo 4K comprimido, el sistema es capaz de transmitir señales neuronales en bruto a modelos de inteligencia artificial, proporcionando una vía para reconstruir percepciones visuales, intenciones motoras y patrones complejos procesados por el cerebro. Aunque no se trata de «leer la mente» en el sentido literal, se aproxima a una especie de «telepatía» tecnológica que posibilita una interpretación de la actividad cerebral en tiempo real.
Aún en fase preclínica, BISC ha demostrado su estabilidad y calidad en pruebas con cerdos y primates no humanos. Gracias a su naturaleza inalámbrica y minimización de invasividad, ofrece ventajas significativas respecto a soluciones anteriores, anticipando un futuro donde estos dispositivos puedan tener aplicaciones prácticas en campos como el tratamiento de la epilepsia, la parálisis o los trastornos del habla.
Sin embargo, este avance suscita importantes debates éticos y legales. La cuestión de los «neuroderechos» se plantea al considerar quién controla la información capturada del cerebro y cómo se puede garantizar su uso responsable. A medida que países como Chile ya abren la discusión sobre estos derechos, tecnologías como BISC acelerarán el debate global sobre el uso del cerebro conectado.
El camino hacia la implementación clínica de BISC es aún largo, con estudios humanos iniciales en fase intraoperatoria y de corta duración. Las exigencias éticas y regulatorias serán cruciales antes de visualizar estos implantes como una opción de tratamiento estándar. Sin embargo, BISC marca una dirección hacia dispositivos más discretos, potentes e integrados con IA, transformando cómo interactuamos con la tecnología a nivel neurológico.
La innovación, lejos de ser magia o una distopía inevitable, encarna la máxima expresión de la ingeniería aplicada al complejo tejido cerebral humano. El verdadero desafío y responsabilidad reside en cómo, como sociedad, decidamos utilizar este poder: para curar, optimizar capacidades o manejar nuestros más íntimos datos neuronales, representando, posiblemente, uno de los giros más significativos de las próximas décadas.








