La rivalidad tecnológica entre China y Estados Unidos entra en una nueva etapa, con cada nación implementando estrategias distintas para dominar el campo de la inteligencia artificial (IA). Un reciente informe de Bank of America revela que China planea invertir 98.000 millones de dólares en IA para 2025, marcando un aumento del 48% respecto al año anterior. Este esfuerzo refleja el ambicioso plan chino para competir con el país norteamericano en el escenario tecnológico mundial.
A diferencia de Estados Unidos, que se centra en desarrollar chips avanzados y hardware de IA, China está apostando por una masiva inversión en infraestructura, construcción de centros de datos y energía verde. Del monto total estimado, 56.000 millones de dólares provendrán de fondos públicos, mientras que las gigantes tecnológicas chinas, como Alibaba y Tencent, contribuirán con 24.000 millones de dólares.
La startup DeepSeek ha catalizado esta nueva ola de entusiasmo en la IA dentro de China, tras presentar modelos generativos de lenguaje que son eficientes tanto en costo como en consumo energético. Este logro ha impulsado a empresas como Alibaba a anunciar inversiones significativas en infraestructura de IA para los próximos años.
China ha delineado un plan de acción para combinar la construcción de centros de datos con energías limpias, asegurando así el suministro eléctrico necesario para el desarrollo de IA. Se anticipa un incremento en la demanda de cobre y equipos eléctricos del 20% anual hasta 2030, junto con un aumento notable en el uso de soluciones de refrigeración líquida.
A pesar de las sanciones estadounidenses que limitan el acceso de China a chips de última generación, empresas como Huawei están avanzando en el desarrollo de alternativas locales en litografía y software EDA. Mientras tanto, Estados Unidos no se queda atrás. Donald Trump ha lanzado el «Proyecto Stargate», que contempla una inversión de 500.000 millones de dólares en infraestructuras de IA en los próximos cuatro años.
En esta competencia global no solo se disputan la supremacía tecnológica, sino también la capacidad energética y la soberanía digital. Estados Unidos apuesta por la eficiencia del mercado y el dominio en hardware, mientras que China se centra en la autosuficiencia energética y la expansión de infraestructura crítica. La carrera por liderar la inteligencia artificial se ha convertido en una cuestión de estrategia nacional, reflejada en kilómetro tras kilómetro de infraestructura y recursos desplegados a nivel global.
La contienda está en marcha y el desenlace aún está por escribirse, mientras la inteligencia artificial emerge como el campo de batalla más decisivo del siglo XXI.