China ha dado un giro significativo en su política energética al elevar de manera impresionante sus importaciones de petróleo desde Canadá, alcanzando un récord de 7,3 millones de barriles en marzo, según el Financial Post. Este ascenso en las cifras no solo marca un hito histórico, sino que perfila un cambio estratégico en la postura de Pekín frente a sus suministros de crudo.
La expansión del sistema de oleoductos en el oeste canadiense ha sido un factor determinante en este movimiento. Iniciada hace menos de un año, esta expansión ha facilitado el acceso directo a las vastas reservas de Alberta, convirtiéndose en un catalizador para que las refinerías chinas adquieran crudo canadiense de manera más eficiente.
Mientras tanto, las importaciones chinas de crudo procedente de Estados Unidos han sufrido una caída abrupta. Desde un pico de 29 millones de barriles mensuales en junio del año pasado, ahora apenas alcanzan los 3 millones. Este descenso del 90% en menos de un año subraya el alejamiento de China de su dependencia del crudo estadounidense.
En este contexto, las tensiones geopolíticas entre Washington y Pekín no pueden pasarse por alto. Las restricciones comerciales, sanciones cruzadas y el endurecimiento del discurso político han erosionado las relaciones bilaterales, impulsando a China a buscar diversificación en sus proveedores energéticos. Canadá, a pesar de su cercanía política con Estados Unidos, se presenta como un socio favorable, gracias a su entorno legal predecible y sus vastas reservas de hidrocarburos.
Este giro en la política energética China podría tener un impacto global. Por un lado, los productores estadounidenses podrían ver reducida su presencia en el mercado asiático. Por otro, la creciente demanda hacia Canadá podría someter a su infraestructura a una presión significativa, con posibles desafíos logísticos si la tendencia persiste o se extiende a otros mercados asiáticos.
La estrategia de China no solo busca un suministro más económico o accesible, sino también reducir su vulnerabilidad ante tensiones geopolíticas. Este movimiento subraya su ambición de fortalecer su autonomía energética y diversificar sus fuentes de suministro, similar a los contratos energéticos que ha firmado recientemente con Brasil, Irán y Arabia Saudí.
Así, este cambio no solo ofrece oportunidades comerciales a corto plazo, sino que también podría redefinir la estructura de los flujos energéticos internacionales. En un escenario global donde el petróleo sigue siendo un recurso estratégico, China apuesta por un sistema más robusto y menos dependiente de actores específicos. Esta decisión podría marcar un punto de inflexión en las dinámicas del mercado energético global, colocando a China en una posición más independiente y resiliente ante el nuevo mapa del poder internacional.