Las instituciones europeas están cada vez más enfocadas en vincular fenómenos meteorológicos extremos con el calentamiento global. La Comisión Europea, respaldada por el IPCC, afirma que el cambio climático humano intensifica dichos eventos, resaltando la necesidad de actuar rápidamente para evitar consecuencias irreversibles.
Sin embargo, esta narrativa ha comenzado a ser cuestionada por algunos expertos y sectores de la sociedad. Estos interrogantes se centran en la solidez de los datos que respaldan estas afirmaciones y el riesgo de simplificar o politizar el debate climático.
La Comisión indica que Europa está experimentando un calentamiento más rápido que otros continentes, con aumentos en los días de «estrés térmico severo», lluvias intensas e incendios forestales. Sin embargo, fenómenos extremos siempre han ocurrido, y el IPCC advierte que un solo evento no puede ser atribuido exclusivamente al cambio climático.
A nivel científico, mientras la temperatura global ha aumentado 1,1 °C desde la era preindustrial, la atribución directa a los gases de efecto invernadero no siempre es lineal. Factores como la variabilidad natural y ciclos oceánicos también juegan un papel crucial en el sistema climático.
En Bruselas, el discurso oficial sigue firme, con la UE impulsando políticas climáticas y estrategias de adaptación. No obstante, surge una preocupación: el posible uso del clima como herramienta política, sin aceptar matices o incertidumbres.
Los daños por fenómenos extremos son significativos en la UE, lo que refuerza la necesidad de adaptarse y mejorar infraestructuras. Sin embargo, también es crucial replantearse el discurso, distinguiendo entre tendencias climáticas y eventos naturales, demandando datos precisos en lugar de eslóganes.
La pregunta persiste: ¿estamos ante una era de extremos generados por el ser humano o una exageración narrativa que mezcla ciencia, política y moralismo? La respuesta requiere más reflexión crítica y menos alarmismo.
