En un escenario cada vez más digitalizado, el uso de herramientas de inteligencia artificial generativa ha cobrado protagonismo entre la población de la Unión Europea. Según un informe reciente de Eurostat, el 32,7% de las personas entre 16 y 74 años en la UE hicieron uso de estas tecnologías en 2025. La mayoría de los usuarios, un 25,1%, recurrieron a ellas para fines personales, mientras que un 15,1% lo hizo en el ámbito laboral y un 9,4% en educación formal.
Esta tendencia, reflejada en las estadísticas sobre el uso de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) en hogares e individuos, destaca variaciones notables entre los distintos países miembros. Dinamarca encabeza la lista con un 48,4% de su población utilizando herramientas de inteligencia artificial, seguida de cerca por Estonia y Malta, con un 46,6% y un 46,5% respectivamente.
Sin embargo, no todos los países presentan cifras igualmente alentadoras. En Rumanía, sólo un 17,8% de los habitantes hacen uso de estas tecnologías, mientras que Italia y Bulgaria muestran cifras ligeramente superiores, con un 19,9% y un 22,5% respectivamente. Esta divergencia en la adopción tecnológica plantea importantes retos para la cohesión económica y educativa de la región.
El crecimiento en la utilización de inteligencia artificial generativa ofrece sin duda nuevas oportunidades para la innovación y el desarrollo social. No obstante, también plantea desafíos cruciales en términos de capacitación y acceso digital. Si bien la transición hacia un entorno cada vez más digital está en marcha, es evidente que persisten barreras significativas que deben ser superadas para lograr una competencia equitativa entre todos los Estados miembros de la UE.
Estos datos invitan a reflexionar sobre la necesidad de políticas más inclusivas que faciliten el acceso a tecnologías de vanguardia y promuevan un aprendizaje adaptativo que prepare a la sociedad para un futuro cada vez más interconectado. Así, la igualdad de oportunidades en la era digital no solo se percibe como un objetivo deseable, sino como una necesidad imperativa para el progreso sostenible de la Unión Europea.








