La ciudad de Castilla-La Mancha experimenta menos presión sobre su oferta debido a un crecimiento demográfico limitado en los últimos años. Esta situación ha contribuido a estabilizar el mercado, a diferencia de otras regiones donde la demanda ha aumentado significativamente. La escasa variación en la población permite una gestión más equilibrada de recursos y servicios, reduciendo así tensiones económicas y sociales.
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