La rebeldía contemporánea se manifiesta en formas inesperadas, fusionando música y expresión cultural en un entorno digital cada vez más complejo. Géneros previamente marginados, como la cumbia electrónica y el reguetón, se han convertido en vehículos para una nueva generación que busca pertenecer en medio de la ansiedad provocada por la hiperconectividad y el miedo a perderse algo (FOMO). Según el escritor y músico mexicano Julián Herbert, esta rebeldía no busca derribar estructuras, sino integrarse a ellas, revelando una paradoja donde las corrientes tradicionales se mezclan con tendencias de ultraderecha. Herbert y otros críticos, como Aarón Enríquez y Daniela Jurado, observan cómo la fragmentación de las escenas musicales en México está generando audiencias más pequeñas pero fieles. La música, junto con la literatura, se ha convertido en un campo de resistencia y desafío al status quo, reivindicando ritmos de baile como declaración política en contra de la autoridad establecida.
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