Con la llegada del otoño, el reloj se ajusta al horario de invierno, lo que implica atrasar una hora en la madrugada del último fin de semana de octubre, alargando el día a 25 horas. Aunque los relojes conectados a internet ajustan automáticamente, otros requieren un cambio manual. Esta práctica, vigente desde la Primera Guerra Mundial, busca ahorrar energía, aunque su eficacia y pertinencia siguen siendo debatidas. Un estudio del IDAE estima un ahorro insignificante, y a pesar de propuestas europeas para eliminar estos ajustes, continuarán hasta al menos 2026, según el decreto vigente en España.
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