Volver al pueblo en verano es como revivir un capítulo familiar y nostálgico cada año, con el calor característico, las siestas obligatorias y el olor inconfundible del aftersun. Es un lugar cargado de recuerdos juveniles: el primer cigarrillo, el primer desamor y aquellas eternas tardes frente al ventilador. Las verbenas son parte esencial de este refugio emocional que muchos aprovechan para escuchar la misma pregunta: «¿hasta cuándo te quedas?» Una rutina cíclica que combina el tedio y la emoción del reencuentro.
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