El aislamiento, la despoblación, y la carencia de recursos y profesionales dificultan significativamente la atención a la salud mental en áreas rurales, alejadas de las grandes ciudades. Estos problemas afectan especialmente a una población envejecida que, además, suele tener menor conciencia sobre la importancia de la atención mental, exacerbando así el desafío de atender estas necesidades cruciales.
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