Los perros, dotados de un olfato miles de veces más sensible que el humano, no solo perciben olores desagradables, como la descomposición, que empíricamente les atraen, sino que también identifican emociones, enfermedades y peligros. Un estudio reciente reveló que los olores familiares, especialmente de humanos cercanos, generan respuestas emocionales positivas en ellos. Entre sus aromas favoritos se encuentran la lavanda, la manzanilla y alimentos como carne o mantequilla de cacahuete, reflejando su afinidad por fragancias que enriquecen su entorno y promueven el bienestar. Así, jugar con aromas puede fortalecer su vínculo con sus dueños y fomentar la calma, mientras se evita el uso de perfumes humanos que podrían ser perjudiciales.
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