En el corazón de la barriada de Pere Garau, en Palma, un restaurante chino que pasaba inadvertido resultó ser el centro de una operación mafiosa asiática dedicada a la explotación sexual, el juego ilegal y los préstamos usureros. Durante meses, la Policía Nacional siguió la pista de esta organización que camuflaba sus operaciones ilegales tras la fachada de un restaurante anodino. Mujeres jóvenes, traídas con promesas falsas, eran forzadas a trabajar en condiciones inhumanas, combinando prostitución y venta de drogas. El local, en apariencia un lugar tranquilo, se transformaba en un casino clandestino donde las deudas y apuestas atrapaban a los migrantes asiáticos. La red generaba ingentes sumas de dinero que blanqueaban mediante la compra de propiedades y negocios. Finalmente, una redada culminó con la detención de los cabecillas y el rescate de las víctimas, dejando al barrio con el recuerdo de una mafia que operaba a plena luz del día. El restaurante ahora permanece cerrado, símbolo de un pasado que durante tanto tiempo permaneció oculto.
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