OnlyFans, la popular plataforma conocida por su contenido erótico, ha diversificado su estrategia al esponsorizar a deportistas, expandiendo su alcance hacia un público más amplio, principalmente masculino, que constituye el 79% de sus suscriptores. Sin embargo, esta aparente diversificación sigue anclada en la cosificación del cuerpo femenino como modelo de negocio, pues el 80% de las creadoras son mujeres. La narrativa de empoderamiento ligado al «libre albedrío» es cuestionada, sugiriendo que la plataforma opera bajo un sistema de explotación disfrazado, que acaba siendo una vía de captación que puede llevar a situaciones más serias, como el sistema prostitucional. Pese a la promesa de ganancias cuantiosas, la realidad muestra que la mayoría de las creadoras apenas generan entre 150 y 200 euros al mes, mientras OnlyFans se lleva una comisión del 20%, lo que hace que se le considere un «proxenetismo digital». En esencia, el funcionamiento de la plataforma reproduce y refuerza una dinámica de poder desigual y patriarcal, disfrazada bajo el manto del neoliberalismo y la supuesta libertad de elección.
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