El Black Friday, conocido por sus atractivos descuentos, esconde un costado ambiental devastador. La fiebre del consumo durante este evento impulsa el hiperconsumismo, resultando en prácticas insostenibles que generan un impacto masivo en el medioambiente. La producción anticipada de bienes, especialmente en el sector textil y electrónico, no solo incrementa las emisiones de CO₂, sino que también contribuye a la proliferación de residuos. Grandes cantidades de ropa acaban en vertederos de países como Ghana y Chile, colapsando sus sistemas de gestión de residuos y destruyendo ecosistemas. Además, los procesos de fabricación y tintura contaminan gravemente las fuentes de agua, mientras que los microplásticos derivados de los textiles sintéticos asfixian los océanos. La moda rápida también está vinculada con la explotación laboral en países en desarrollo, donde los trabajadores reciben sueldos muy bajos y operan en condiciones precarias. Frente a esta situación, movimientos como el Green Friday promueven un consumo más consciente, instando a los consumidores a priorizar la calidad sobre la cantidad y a considerar el impacto de sus compras en el planeta.
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