En un movimiento que pone en jaque el equilibrio del comercio tecnológico global, Estados Unidos ha impuesto una multa histórica de más de 1.000 millones de dólares contra TSMC, el mayor fabricante de chips del mundo. La sanción se debe a la supuesta venta de semiconductores avanzados a Huawei, la gigante tecnológica china, a través de un complejo entramado de empresas pantalla. El caso resalta la creciente tensión en la guerra tecnológica entre Washington y Pekín, y coloca a la compañía taiwanesa en una posición central en este conflicto.
El Departamento de Comercio de EE.UU., haciendo uso de una normativa que permite penalizar con el doble del valor de una transacción no autorizada, dictaminó la multa basándose en un presunto valor de 500 millones de dólares para los chips vendidos. A pesar de estar en la lista negra del gobierno estadounidense desde 2019, Huawei habría logrado esquivar las restricciones mediante firmas intermediarias como Sophgo, que facilitaron las transacciones con TSMC bajo la fachada de productores independientes.
Las investigaciones revelaron que los chips, que en teoría se utilizarían para hardware de minería de criptomonedas, terminaron en las GPU Ascend 910 de Huawei, dispositivos diseñados para tareas avanzadas de inteligencia artificial. Esta transformación de los semiconductores en componentes clave para tecnologías críticas es precisamente lo que la administración de Biden, al igual que la de Trump antes que él, busca evitar.
Este caso ha avivado el debate sobre la responsabilidad de los fabricantes de chips. ¿En qué medida TSMC puede prever el uso final de sus productos? La empresa ha manifestado que, aunque revisó minuciosamente el diseño de los chips encargados, no pudo anticipar su destino final vinculado a Huawei. Ante esta situación, TSMC asegura haber empezado a reforzar sus protocolos de verificación y suspendido relaciones con clientes sospechosos.
Coincidiendo con el regreso de Donald Trump a la palestra internacional, la tensión entre EE.UU. y China se ha intensificado notablemente. Paradójicamente, mientras TSMC enfrenta esta sanción multimillonaria, invierte cantidades colosales en Estados Unidos para fortalecer la fabricación nacional de chips, un paso en línea con la Ley CHIPS promovida por la administración de Trump. No obstante, la administración actual evalúa la imposición de nuevas restricciones, que podrían cerrar aún más el acceso de TSMC a ciertos mercados internacionales, complicando sus operaciones.
En respuesta, los analistas advierten que China no se detendrá. La nación asiática probablemente buscará vías alternativas para acceder a tecnologías críticas, utilizando tanto empresas pantalla como fabricantes menos visibles en el espectro global. Preocupa también la posibilidad de que China tome medidas de represalia, estableciendo nuevas barreras para empresas estadounidenses o implementando sanciones equivalentes.
El desenlace de este enfrentamiento parece lejos de resolverse, y el caso TSMC-Huawei se perfila como un catalizador que podría reformular las normas del comercio tecnológico mundial. En un entorno geopolítico incierto, la tecnología sigue siendo un campo de batalla crucial, donde cada movimiento puede tener repercusiones significativas en el equilibrio global.