Un hostelero ha transformado con éxito los tradicionales locales «de viejos» en los barrios madrileños de Malasaña y Prosperidad, combinando el encanto clásico con la frescura del mezcal y un ambiente de camaradería. La reinvención de estos espacios ha fortalecido el sentido de comunidad, creando un vínculo cercano con los vecinos, quienes ahora forman parte de esta renovada experiencia social y gastronómica. El resultado es un fenómeno que combina la tradición con un toque moderno, atrayendo a un público diverso que busca buena compañía y un ambiente acogedor.
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