Las ciudades se han llenado de gastrobares, restaurantes y tabernas que, con una estética oscura y precios elevados, presentan una nueva tendencia en la hostelería. Estos locales, a menudo criticados por su superficialidad y falta de autenticidad, utilizan diminutivos en sus cartas para justificar tarifas desproporcionadas, como «croquetita» en lugar de croqueta. El término «gastro» sugiere una obsesión por lo estomacal, omitiendo el placer sensorial completo de la comida y evocando una sensación de indigestión y superficialidad cultural. Esta moda refleja una sociedad con una necesidad de pertenencia a nuevas tendencias, aunque estas carezcan de profundidad y autenticidad.
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