En el esfuerzo por posicionar Cataluña como un eje clave para la industria del vehículo eléctrico, la región ha enfrentado más desafíos que éxitos. A pesar de la llegada del fabricante chino Chery para ocupar el lugar de Nissan en la Zona Franca de Barcelona, otros proyectos como los de Great Wall Motors y QEV Technologies no prosperaron. En el ámbito de las baterías, Cataluña ha quedado rezagada frente a iniciativas como las de Volkswagen en Sagunto y Envision en Extremadura. No obstante, la región apuesta por su fábrica de Seat en Martorell y el desarrollo de plantas de componentes de baterías en Mont-roig del Camp y Sallent. La alianza entre Iberpotash y Shenzhen Dynanonic planea una fábrica de cátodos en la antigua mina de potasa de Sallent. Además, Mont-roig albergará otra planta de componentes de baterías por Lotte Energy, que a pesar de los retrasos, se espera que impulse el empleo. Mientras tanto, la Generalitat impulsa un ambicioso plan de electrificación vehicular que busca no solo reducir emisiones, sino también abrir oportunidades industriales. Sin embargo, estos proyectos han enfrentado críticas por su impacto medioambiental y demanda de recursos hídricos, lo que subraya la complejidad de equilibrar desarrollo económico y sostenibilidad.
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