La narradora reflexiona sobre su amistad con Mario Vargas Llosa, evocando momentos compartidos en la Real Academia Española y la Cátedra Vargas Llosa. A pesar de una creciente preocupación por la salud mental de Vargas Llosa, el autor sigue siendo admirado por su valentía intelectual y su capacidad para desafiar corrientes predominantes, incluso cuando estas desafían sus propias posturas. Al recordar sus encuentros, se evidencia el profundo respeto y afecto que siente por él, destacando su elegancia y compromiso con la vida literaria. La narradora celebra su legado y lamenta su retirada de la esfera pública, subrayando su influencia indeleble en futuras generaciones.
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