Durante la posguerra en España, específicamente en Castilla-La Mancha, la escasez y el racionamiento dieron lugar a platos humildes como las gachas manchegas. Este plato tradicional se elabora con harina de almortas, un ingrediente controvertido debido a su potencial toxicidad, ya que el consumo excesivo puede causar latirismo, una enfermedad del sistema nervioso. Prohibida para el consumo humano en 1967, la harina de almortas volvió a permitirse en 2018, con la restricción de no superar los 25 gramos diarios. A pesar de sus orígenes en la penuria, las gachas se han mantenido en la tradición culinaria local, disfrutándose hoy como un legado histórico que se prepara y se comparte en encuentros familiares y festividades.
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