La segunda ciudad de Francia, Marsella, se encuentra en el epicentro de una nueva ola de violencia relacionada con el narcotráfico, acaparando la atención nacional tras el asesinato de Mehdi Kessaci, hermano de un activista político antinarcótico. Este crimen, calificado por las autoridades como un acto de intimidación hacia el Estado, ha motivado el despliegue de medidas enérgicas similares a las usadas contra el terrorismo, que entrarán en vigor el 1 de enero. El ministro del Interior, Laurent Nuñez, y el ministro de Justicia, Gérald Darmanin, visitaron Marsella para reafirmar el compromiso del gobierno en esta lucha, anunciando la creación de una fiscalía especializada y endureciendo las penas. En medio de un clima de creciente inseguridad, el presidente Emmanuel Macron ha criticado a los «burgueses urbanos» por alimentar, a través de su consumo, el lucrativo negocio que mueve unos 5.500 millones de euros y afecta a varias ciudades del país. La situación es tan dramática que los líderes del narcotráfico, incluso desde prisión, continúan ordenando homicidios, generando una sensación de impunidad y miedo.
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