Mirar la rentabilidad anual del S&P 500 suele ser una práctica atrayente para los inversores. Un número simple y directo, apto para titulares, que sugiere que “a largo plazo todo sube”. Sin embargo, esta cifra final omite los detalles cruciales del viaje, especialmente la métrica del “drawdown” o la máxima caída intranual, que en muchos casos revela los desafíos verdaderos a los que se enfrentan los inversores.
La esencia del desafío queda al descubierto cuando se examinan los datos históricos del periodo 1950-2024. Aunque el S&P 500 ha mostrado una clara tendencia alcista, los inversores han experimentado grandes sobresaltos dentro de cada año. En 75 años analizados, 59 terminaron con rentabilidad positiva, lo que equivale a casi un 79% de los años. A primera vista, esto suena alentador. No obstante, en 41 de esos años, el índice sufrió caídas de al menos el 10% durante el año. Esto significa que, en más de la mitad de los años, en algún momento la volatilidad puso a prueba la paciencia de los inversores.
Lo más revelador es que solo en seis años el drawdown fue inferior al 5%. Esto indica que los mercados, aunque alcistas en el largo plazo, son propensos a caídas abruptas e inesperadas. Un dato notorio es el drawdown del 48.8% durante el 2008, el mayor del periodo, que puso a prueba la fortaleza emocional de los inversores.
Sorprendentemente, las grandes recuperaciones suelen seguir a periodos de grandes caídas. Esta dinámica sugiere que los grandes rendimientos no están exentos de un recorrido accidentado. Por ejemplo, el 2002 cerró con un -22% mientras que el 2003 rebotó a un +28.4%. En 2008, el mercado se desplomó un 36.6%, pero al año siguiente ganó un 25.9%, a pesar de experimentar un drawdown significativo durante el año.
Esta información revela que las cifras anuales pueden engañar. Un año con rentabilidad positiva no implica necesariamente un viaje calmado. El 2020, por ejemplo, cerró con un +18%, pero incluyó un drawdown de -33.9%, demostrando que incluso en años positivos, la volatilidad está presente.
La lección aquí es que la volatilidad es la norma en los mercados de renta variable. Por tanto, prepararse para caídas significativas es crucial. La clave no está solo en aguantar la tormenta, sino en tener estrategias bien estructuradas que contemplen la gestión emocional y operativa ante caídas abruptas.
La ideología subyacente indica que los años de pánico no deben ser descartados como anómalos, sino reconocidos como parte integral del proceso del mercado. Prepararse adecuadamente para estos momentos difíciles puede significar la diferencia entre inversores exitosos y aquellos que toman decisiones precipitadas basadas en el miedo.
En conclusión, comprender y planificar para el drawdown es esencial para navegar en el S&P 500. Mientras que los titulares de rentabilidad anual capturan la atención, es el conocimiento de las caídas intranuales lo que prepara a los inversores para el verdadero viaje del mercado. La estrategia debe centrarse en resistir las inevitables tormentas de volatilidad y no en la ilusión de una travesía tranquila hacia las ganancias.








