¿Qué pretende hacer Elon Musk con Twitter? Es una pregunta que solo él puede responder con certeza. Las razones que esgrimió para la compra de Twitter incluían la garantía de la libertad de expresión, la eliminación de bots y la lucha contra la desinformación. No obstante, las medidas iniciales que ha implementado parecen alejarse de esos objetivos. A los 44.000 millones de dólares que costó la adquisición se agregan los 13.000 millones de deuda de la empresa, una carga financiera que sigue creciendo y que Musk necesita abordar de inmediato.
Posiblemente esta presión financiera ha empujado a Musk a tomar decisiones drásticas para intentar hacer rentable a Twitter. Una de las primeras acciones fue reducir costos a través de un agresivo plan de despidos y la implementación de un modelo de pago que ya estaba en marcha en cierta medida.
El 4 de noviembre, la llegada de Musk trajo consigo el despido de casi la mitad de los empleados de Twitter, pasando de 7.500 a aproximadamente 3.800 personas. Este recorte incluía cerca del 80% de los ingenieros de la plataforma, lo que afectó gravemente la parte técnica de la red social. Consecutivamente, Musk tuvo que solicitar a algunos de los empleados despedidos que regresaran a la compañía.
Musk también importó parte de su equipo de Tesla para paliar las bajas. Sin embargo, aquellos que han trabajado con código ajeno saben lo complicado que es gestionar un programa creado por otra persona, especialmente cuando se trata de un producto en funcionamiento constante.
El ultimátum del 17 de noviembre marcó otro punto crítico. Musk anunció que solo podrían quedarse aquellos dispuestos a trabajar 12 horas al día, siete días a la semana. Más de 1.000 empleados rechazaron las nuevas condiciones y abandonaron sus puestos, dejando algunos departamentos drasticamente reducidos o incluso sin personal.
La comunidad tuitera se mantuvo en vilo para ver si la red social colapsaría. A pesar de los pronósticos, Twitter continuó operando, aunque su futuro parecía cada vez más incierto.
Otra medida polémica fue la reestructuración del sistema de verificación de cuentas. Antes de Musk, el servicio Twitter Blue ofrecía algunas funcionalidades adicionales por 2,99 dólares al mes. Musk propuso que la conocida marca de verificación azul fuera accesible solo a través de este programa, elevando su costo a 20 dólares mensuales. Ante la indignación colectiva, incluida la del escritor Stephen King, el precio se redujo finalmente a 8 dólares. Sin embargo, esto causó una oleada de cuentas parodia verificadas que, en algunos casos, provocaron incluso caídas en bolsa de importantes empresas.
Musk busca un modelo freemium para Twitter, con la ambición de equilibrar usuarios gratuitos y pagos, disminuyendo así la dependencia de los anunciantes. Sin embargo, su objetivo de convertir el 50% de los usuarios en pagos parece inalcanzable, considerando que la media de usuarios pagos en este tipo de modelos ronda el 1%.
La caótica reorganización ha llevado a numerosos usuarios a buscar alternativas como Mastodon, una red social de microblogging distribuida en una federación de servidores independientes, que actualmente está captando usuarios descontentos con Twitter.
Es evidente que Twitter está en una encrucijada bajo la dirección de Musk. Los cambios están apenas comenzando y es difícil prever hacia dónde se dirigirá la plataforma. Mientras tanto, los usuarios tienen la decisión en sus manos: quedarse, buscar alternativas o esperar a ver las próximas movidas del magnate tecnológico.