En un contexto de creciente tensión en Asia, las autoridades chinas han implementado una medida enérgica como respuesta a las acciones que consideran provocativas de las fuerzas separatistas de Taiwán, las cuales persiguen la independencia de la isla. Esta decisión se perfila como un intento por parte del Gobierno chino de disuadir a los líderes taiwaneses de continuar con sus aspiraciones soberanistas, subrayando la postura inflexible de Pekín respecto a la integridad territorial de China y su firme rechazo a cualquier iniciativa que desafíe su control sobre Taiwán.
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