Un bombardeo estadounidense en el puerto yemení de Ras Isa, controlado por los hutíes, ha resultado en al menos 74 muertos y 171 heridos, marcando el ataque más letal desde que EE. UU. reanudó su campaña aérea en Yemen en marzo. La ofensiva busca cortar el financiamiento militar de los hutíes mediante la destrucción de su infraestructura petrolera, aunque Washington aún no se ha pronunciado sobre las bajas civiles. Los hutíes, respaldados por Irán, han respondido con ataques con drones y misiles, y consideran el raid un «crimen de guerra». El conflicto se agrava en medio de acusaciones del gobierno yemení de que los rebeldes usan el puerto para contrabando de armas. Desde el inicio de la campaña, los ataques han impactado severamente a la población civil, superando en letalidad las acciones anteriores de la administración de Joe Biden. En respuesta, fuerzas yemeníes aliadas con el gobierno reconocido internacionalmente contemplan reanudar operaciones terrestres, intentando capitalizar la debilitación del enemigo. La situación se complica con el incremento de la intervención militar y un posible escenario de intensificación del conflicto armado en la región.
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