Un reciente estudio llevado a cabo por Pau Balart, economista de la Universidad de las Islas Baleares, ha puesto de manifiesto cómo el horario en que se realizan las pruebas de evaluación influye de manera significativa en el rendimiento de los estudiantes. Basado en datos obtenidos del sistema de educación superior español, el análisis revela que los estudiantes rinden peor tanto en las primeras horas de la mañana como en las últimas horas del día, mostrando un rendimiento óptimo en franjas intermedias.
El estudio identifica dos fenómenos principales que explican esta variación en los resultados de las pruebas según la hora. En primer lugar, los ritmos circadianos propios de adolescentes y jóvenes adultos afectan negativamente el rendimiento en las horas tempranas, cuando el cuerpo aún no ha alcanzado su máximo nivel de alerta. En segundo lugar, la fatiga cognitiva se acumula conforme avanza el día, lo que lleva a un desempeño inferior en las últimas horas de la jornada.
Estos efectos no son lineales, y es crucial tenerlos en cuenta a la hora de fijar los horarios de las pruebas, especialmente en aquellas evaluaciones con consecuencias importantes, como la prueba de acceso a la universidad. En un contexto educativo descentralizado, donde las instituciones tienen libertad para fijar sus horarios, sería recomendable considerar pautas basadas en estudios como este para mejorar el rendimiento académico de los estudiantes.
Este hallazgo plantea la necesidad de revaluar y posiblemente ajustar los horarios de pruebas y evaluaciones en las instituciones educativas, para maximizar el potencial académico de los jóvenes. La consideración de factores como los ritmos circadianos y la fatiga cognitiva podría llevar a un sistema educativo más justo y efectivo, beneficiando tanto a estudiantes como a educadores.