El reciente discurso del Estado de la Unión 2025 de Ursula von der Leyen ha suscitado intensas reacciones, al emplear un lenguaje que evocaba más un parte de guerra que un mensaje de cooperación y prosperidad. La presidenta de la Comisión Europea instó a Europa a «luchar», sugiriendo un cambio inquietante en el enfoque político hacia una retórica de resistencia y militarización. Esto contrasta con los problemas cotidianos de los ciudadanos, como la inflación, la precariedad laboral y las crisis de vivienda.
La creciente retórica bélica en Bruselas es vista por muchos como un intento de la élite por mantener su poder utilizando el miedo al conflicto. En lugar de renovar el liderazgo con nuevas generaciones que impulsen la economía global mediante la innovación, se insiste en discursos que justifican un aumento del gasto militar y decisiones alejadas de los ciudadanos.
Además, Europa enfrenta un entramado regulatorio que obstaculiza la competitividad. A pesar de las promesas de simplificación, las regulaciones aumentan, lo que afecta tanto a pymes como a grandes empresas. Esto resulta en startups que migran a Silicon Valley y fabricantes que prefieren Asia, mientras la innovación europea se estanca.
El contraste con Estados Unidos y China es claro: allí se prioriza la rápida expansión y la creación de ecosistemas industriales. En Europa, seguimos rezagados en el ámbito de la inteligencia artificial, la robótica y la biotecnología. Aunque von der Leyen mencionó la independencia tecnológica y la IA soberana, la realidad es que los procesos de aprobación son lentos y la inversión privada se aleja.
A pesar de contar con talento y universidades de primer nivel, Europa carece de un marco político que coordine eficazmente estos recursos. La obsesión por regular todo y la resistencia a ceder espacio a nuevas generaciones debilitan al continente más que cualquier adversario externo.
El discurso de la “independencia” europea resulta vacío si se basa en la retórica bélica y la sobre-regulación. Europa debe transformarse en un actor competitivo que genere empleo de calidad y lidere los sectores tecnológicos. Esto requiere menos regulación, más innovación y líderes dedicados a construir el futuro, no a perpetuar sus cargos.