Donald Trump ha cambiado su enfoque habitual de desentenderse de responsabilidades militares en Europa debido a preocupaciones estratégicas y presiones internas. Aunque anteriormente promovió una política más aislacionista respecto al viejo continente, ahora ha adoptado una postura más activa. Dos factores explican este giro: el aumento de tensiones geopolíticas en la región y el interés por fortalecer relaciones con aliados clave, lo que refleja un reajuste en su política exterior frente a nuevos desafíos globales.
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