La nueva Comisión Europea, que comenzará su trabajo el 1 de diciembre, presentará una composición renovada, con Ursula von der Leyen como la única figura destacada que repetirá en su puesto. A pesar de que todos los Estados miembros han propuesto a sus candidatos, la falta de perfiles experimentados y la baja prioridad asignada al equipo son puntos de preocupación. Bélgica ha sido el último país en designar a su candidata, mientras que Bulgaria presentó dos nombres. El predominio masculino entre los comisarios propuestos y la falta de seriedad en la paridad de género destacan en esta formación. Los candidatos deberán pasar el examen del Comité del Parlamento Europeo para validar sus nombramientos, como ya ocurrió con los rechazos de los comisarios de Rumanía y Francia en el pasado. La nueva Comisión también refleja un reparto partidista, aunque su mandato es representar los intereses de la UE. En el organigrama, España apuesta por Teresa Ribera para una cartera relacionada con el Pacto Verde y la transición ecológica, aunque se espera que la cuestión climática pierda relevancia en la agenda. En conclusión, se perfila una Comisión Europea con un tinte fuertemente político e ideológico, buscando alinearse con la postura de los Estados miembros para evitar conflictos.
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