En un esfuerzo por asegurar la autonomía tecnológica de Europa y fortalecer su industria en medio de crecientes tensiones globales, Francia ha dado un paso decisivo bajo el liderazgo de Emmanuel Macron. El presidente francés señaló su intención de convencer a gigantes asiáticos como TSMC y Samsung para que establezcan plantas de fabricación de chips avanzados en suelo francés. Esta iniciativa busca crear una cadena de suministro de semiconductores de vanguardia capaz de producir chips de entre 2 y 10 nanómetros.
Durante el evento VivaTech en París, Macron compartió su ambiciosa visión para desarrollar estas capacidades tecnológicas en Francia. Actualmente, la producción de estos chips, vitales para la inteligencia artificial, la computación cuántica y la industria automotriz, se concentra principalmente en Taiwán, EE.UU. y Corea del Sur.
El camino para atraer inversiones de gigantes como TSMC y Samsung no es sencillo. Replicando el enfoque de EE.UU., que ha destinado más de 60,000 millones de euros a través de la Ley de CHIPS, Francia también deberá superar desafíos significativos relacionados con las regulaciones, infraestructuras y la disponibilidad de talento especializado. Se estima que cada planta de última generación requiere inversiones de entre 10,000 y 15,000 millones de euros.
Este impulso francés se presenta en un momento crítico para Europa. La pandemia y el auge del automóvil eléctrico han evidenciado la dependencia tecnológica del continente respecto a Asia y Estados Unidos. En respuesta, la Unión Europea ha lanzado la «European Chips Act», que movilizará 43,000 millones de euros hasta 2030 para fortalecer la fabricación e investigación en semiconductores.
A pesar del optimismo, el presupuesto europeo es limitado en comparación con los 280,000 millones de dólares que Estados Unidos destinará al sector o los 150,000 millones invertidos por China desde 2014. La mayoría de los fondos europeos provendrán de la colaboración entre Estados miembros e inversión privada, con solo 3,300 millones del presupuesto comunitario.
La competencia en la atracción de fabricantes es intensa. Mientras Francia busca destacar, países como Alemania ya han asegurado el compromiso de TSMC para construir una megafábrica en Dresde, subvencionada parcialmente por el gobierno alemán. Sin embargo, la implementación de estas plantas enfrenta obstáculos técnicos y de formación de personal cualificado, además de desafíos regulatorios.
El contexto geopolítico complica aún más el escenario. Restricciones de exportación de tecnología de EE.UU. a China, riesgos por la concentración de producción en Asia y relaciones comerciales inestables aumentan la necesidad de alternativas locales en Europa. El Elíseo reconoce que depender de chips estadounidenses conlleva sobrecostes por aranceles, mientras que una mayor participación china genera inquietudes sobre soberanía y seguridad.
La apuesta francesa se centra no solo en abastecer la industria europea actual, que podría funcionar con nodos de 16 nm o superiores, sino en anticiparse a futuras necesidades en áreas como la inteligencia artificial y la defensa. El éxito dependerá de la capacidad de atraer inversiones, ofrecer incentivos fiscales y crear un entorno regulatorio y de infraestructura competitivo. Macron está convencido de que el futuro de la soberanía tecnológica europea está en juego.