Georgia ha alcanzado un hito histórico en el ámbito de la salud pública al ser reconocida como un país libre de paludismo, tras décadas de esfuerzo y dedicación. El anuncio, realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el pasado jueves, marca un capítulo crucial en la campaña mundial para combatir una enfermedad devastadora que ha afectado a millones de personas en todo el mundo.
El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, celebró el perseverante compromiso de Georgia al implementar medidas efectivas y sostenidas para erradicar el paludismo, una enfermedad transmitida por mosquitos que, aunque prevenible y tratable, ha sido una de las principales causas de muerte a nivel global. Los síntomas, que van desde fiebre y escalofríos hasta complicaciones graves como fatiga extrema y dificultad respiratoria, son ahora una preocupación del pasado para los habitantes de este país del Cáucaso.
La certificación de libre de paludismo requiere demostrar la interrupción de la transmisión de la enfermedad durante al menos tres años consecutivos. Según el doctor Hans Kluge, director regional de la OMS para Europa, el éxito de Georgia es un “gran hito digno de mención”, acercando a Europa a convertirse en la primera región completamente libre de paludismo en el mundo.
La lucha de Georgia contra esta enfermedad data de hace casi un siglo. En la década de 1920, alrededor del 30% de su población estaba afectada por el paludismo. Los esfuerzos para combatirlo comenzaron en serio en la década de 1940, a pesar de que la Segunda Guerra Mundial incrementó temporalmente su incidencia. Gracias a programas intensivos, se logró eliminar el Plasmodium falciparum en 1953 y el Plasmodium vivax en 1970.
Un resurgimiento en 2002, con 474 casos reportados, renovó el compromiso de Georgia, que firmó en 2005 la Declaración de Tashkent con otros países europeos. Estos esfuerzos culminaron en 2009, año en que se notificó el último caso autóctono de paludismo en el país. En 2015, Georgia, junto con otros países europeos, reportó por primera vez cero casos autóctonos.
Aún persisten desafíos en la región, siendo Turquía el único país europeo que todavía no ha recibido la certificación de estar libre de paludismo, señalando la continua importancia de las estrategias de prevención y control en toda Europa. Este logro en Georgia no solo es un triunfo nacional, sino también un faro de esperanza y un ejemplo para otras naciones en la lucha global contra el paludismo.