En la posguerra española, la creatividad en la cocina se convirtió en una necesidad ante la escasez de ingredientes básicos. La poleá, un postre con raíces en Al-Ándalus, se popularizó durante este periodo, utilizando elementos simples como harina, aceite y, si había suerte, azúcar y especias. Original de la Andalucía occidental, este plato se preparaba sobre todo en las estaciones frías, cuando la escasez de alimentos era más pronunciada. La poleá ha perdurado en el tiempo y actualmente se encuentra en las cartas de restaurantes gourmet de Sevilla, Cádiz y Huelva, donde se rescata la tradición con toques modernos. A pesar del paso del tiempo, la poleá sigue siendo un testimonio de la ingeniosidad culinaria en tiempos difíciles.
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