La creciente demanda de centros de datos para inteligencia artificial en Estados Unidos ha superado la capacidad de generación energética, poniendo en jaque a PJM Interconnection, la red eléctrica más grande del país. Esta situación ha llevado a algunos estados a considerar la posibilidad de abandonar el sistema.
Con herramientas como ChatGPT y Midjourney, el consumo energético de la IA ha dejado atrás al de la criptominería durante el confinamiento de 2020. Esta explosión tecnológica ha estirado al máximo la capacidad de los centros de datos, elevando las facturas eléctricas hasta en un 20% en ciertas regiones.
La crisis en PJM Interconnection se refleja en retrasos operativos, la dimisión de su CEO y una subida de precios en energía hasta un 800% en algunas zonas. La estructura energética no logra seguir el ritmo imparable de la IA debido a cuellos de botella en las autorizaciones y al debate sobre el tipo de energía a utilizar.
Virginia, con una alta densidad de centros de datos, simboliza la paradoja actual: una economía digital que depende de una red física al borde del colapso. Según expertos, la salida de la crisis requiere inversión en infraestructuras, eficiencia energética y colaboración público-privada.
Mientras EE.UU. vive esta tensión energética, otras partes del mundo enfrentan una presión similar. Sin una planificación adecuada, el avance de la IA podría desencadenar problemas globales, evidenciando que cada innovación tecnológica tiene un costo tangible asociado, como lo advierte Borja Colomer. La inteligencia artificial promete cambiar el mundo, pero podría también poner en riesgo uno de sus pilares esenciales: la energía.