La cumbre climática de la ONU en Belém, Brasil, concluyó sin avances significativos para el abandono de los combustibles fósiles, a pesar de la presión de algunos países como Colombia, España y miembros de la UE. La declaración final evitó mencionar directamente al petróleo, gas y carbón, refiriéndose vagamente a los gases de efecto invernadero en lugar de establecer una hoja de ruta concreta para la transición energética. El evento estuvo marcado por la creciente influencia de los petroestados y el populismo extremista, con la falta de apoyo decisivo de potencias como EE. UU. y la UE. Brasil, anfitrión de la cumbre, se comprometió a liderar una iniciativa independiente sobre combustibles y deforestación. Además, se acordó triplicar para 2035 los fondos destinados a ayudar a países vulnerables a adaptarse al cambio climático, aunque estos compromisos seguirán siendo voluntarios y no implican nuevas obligaciones financieras.
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