Un revelador estudio de Cigna International Health Study 2024 ha desenmascarado la alarmante situación de la alimentación en España, evidenciando que apenas un 40% de los ciudadanos sostiene tener una dieta saludable. Entre las razones principales de este inquietante fenómeno se encuentran la falta de tiempo y la escasa planificación de la cesta de la compra, factores que promueven hábitos alimenticios poco saludables y perpetúan la presencia de entornos obesogénicos.
Estos entornos son el resultado de una convergencia de influencias que facilitan el desarrollo del sobrepeso y la obesidad. El acceso fácil a la comida rápida y los productos ultraprocesados, la omnipresencia de la publicidad de estos alimentos, un estilo de vida cada vez más sedentario y el uso prolongado de pantallas son solo algunas de las variables que incrementan las probabilidades de obesidad. Además, factores como el estrés y los problemas de sueño agravan aún más la situación, especialmente entre los niños y adolescentes, quienes son particularmente vulnerables.
El ámbito de la comida rápida, generalmente percibida como más asequible, es un punto de discusión constante. Aunque el debate sobre si realmente lo es sigue abierto, la preocupación radica en un problema más profundo y estructural. Este incluye la falta de educación en temas de nutrición y la presión de un entorno consumista que privilegia opciones rápidas y menos saludables. A lo anterior se suma la escasez de espacios aptos para la actividad física en muchas ciudades, lo que dificulta la adopción de hábitos de vida saludables.
Los datos del estudio son contundentes: solo un 32% de los españoles mantiene un peso considerado saludable. La Dra. Daniela Silva, especialista en medicina interna de Cigna Healthcare España, ha señalado que «los entornos obesogénicos están moldeando no solo la dieta, sino también la forma de vivir». Según Silva, es imperativo adoptar un enfoque integral que contemple la educación nutricional y el acceso a espacios para el ejercicio, ya que la solución no reside únicamente en la responsabilidad individual.
Las consecuencias de estos entornos alcanzan múltiples facetas de la salud. No solo hay un aumento en las enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares; también hay un preocupante aumento de la obesidad infantil, exacerbado por la publicidad agresiva de alimentos pocos saludables hacia esta población. A esto se suman impactos sobre la salud mental, donde una dieta deficiente puede afectar neurotransmisores y contribuir a trastornos como la ansiedad y la depresión. Además, la fatiga crónica y los problemas de sueño se vuelven comunes, complejizando aún más el panorama de salud en la sociedad.
Este nuevo análisis subraya que la adopción de hábitos saludables trasciende la decisión individual y requiere una revisión exhaustiva de las estructuras que dictan nuestra dieta y estilo de vida. La urgencia de abordar estas cuestiones desde una perspectiva integral es clara, si queremos revertir una tendencia que amenaza con comprometer el bienestar de las futuras generaciones.