La supuesta adicción al sexo no justifica conductas machistas ni el acoso, especialmente en figuras públicas y ambientes de poder, donde la sensación de omnipotencia y control agrava la situación. En el caso de Íñigo Errejón, sobre el que pesan acusaciones de machismo, dominación y falta de empatía, se observa un patrón asociado a la llamada “tríada oscura de la personalidad”: narcisismo, psicopatía y maquiavelismo. Estas características, unidas a una presunta adicción sexual y al entorno en posiciones de liderazgo, como en algunos casos, podrían configurarse como un cóctel peligroso. Aunque la hipersexualidad no está catalogada como trastorno en los manuales de psicopatología, se teme que sea utilizada como atenuante en procesos legales. Asimismo, la influencia del entorno y el poder podrían potenciar rasgos como la megalomanía, provocando un deterioro de la integridad personal. Ni el machismo ni el abuso son producto de una adicción, sino reflejos de una conducta y personalidad que el poder puede exponer, según retórica de filósofos como Nietzsche y Ortega y Gasset.
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