Intel ha dado un paso significativo en su estrategia de expansión global al cerrar un acuerdo con Tata Electronics para construir la primera gran planta de fabricación de semiconductores en India. Esta operación, valorada en unos 14.000 millones de dólares, representa un avance crucial en el intento de India de posicionarse como un actor clave en la cadena de suministro global de chips. Además, constituye un impulso significativo para el negocio de foundry de Intel, que ha enfrentado desafíos en los últimos años.
El proyecto contempla la construcción de dos grandes fábricas: una de obleas en el estado de Guyarat y una planta de ensamblado y pruebas (OSAT) en Assam. Aunque aún no se ha especificado qué tecnologías de proceso se utilizarán, se espera que estas plantas trabajen con nodos maduros y avanzados adaptados tanto para la electrónica de consumo como para aplicaciones de inteligencia artificial y centros de datos.
Para Intel, esta alianza ofrece múltiples ventajas. La inversión compartida con Tata Electronics permite aliviar el peso financiero sobre la compañía estadounidense. Además, al establecerse en India, Intel accede a uno de los mercados de más rápido crecimiento en cuanto a dispositivos electrónicos y servicios digitales, alineándose con los intereses del gobierno indio de generar más valor internamente. La diversificación geográfica también juega un rol esencial en un entorno marcado por tensiones geopolíticas, dotando a Intel de una capacidad productiva estratégica en Asia.
India, por su parte, se beneficia con la realización de este proyecto al consolidar su estrategia denominada India Semiconductor Mission (ISM). Hasta ahora, el país se ha destacado como un consumidor de electrónica y un centro de desarrollo de software, pero con escasa capacidad industrial en la fabricación de semiconductores. La entrada de Intel y Tata promete cambiar este panorama, ofreciendo una cadena de producción más resiliente y generando un efecto dominó que podría atraer a proveedores de materiales y formar personal técnico local.
Sin embargo, los resultados no serán inmediatos. La construcción de una planta de semiconductores desde cero es un proyecto complejo que puede tardar entre 3 y 5 años en materializarse, y requiere superar desafíos relacionados con la infraestructura y la disponibilidad de talento especializado.
Este esfuerzo conjunto entre Intel y Tata no solo marca un hito para India, sino que también redefine la geopolítica de los semiconductores, al emerger nuevos nodos productivos fuera de las zonas tradicionales como Estados Unidos, Europa y el Este de Asia. Esta alianza envía un mensaje claro: India está decidida a convertirse en un polo de fabricación de chips, y Intel está dispuesta a asumir riesgos compartidos para consolidar su presencia en mercados estratégicos. Si el proyecto avanza según lo planeado, las instalaciones podrían convertirse en un pilar fundamental en la década venidera para ambos países.








