En un contexto de tensiones crecientes, Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, ha realizado bombardeos a instalaciones nucleares iraníes en Isfahán, Natanz y Fordow, en colaboración con Israel. A pesar de los ataques, el Organismo Internacional de la Energía Atómica informó que no se informó radiación, lo que sugiere que las instalaciones no fueron completamente destruidas. El uso de bombarderos B-2 y bombas antibunker demuestran la gravedad de la intervención. Las acciones, impulsadas por un aparente juego estratégico entre Trump y Netanyahu, intentan debilitar el programa nuclear iraní. Sin embargo, Irán, debilitado por sanciones y ataques previos de Israel, podría responder asimétricamente, quizás atacando intereses estadounidenses o saliendo del Tratado de No Proliferación. La situación actual se ve como una consecuencia de la salida de EE.UU. del acuerdo nuclear de 2015, y en lugar de paz, se vislumbra una posible escalada bélica.
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