José Lamuño y Aldo Comas vivieron una noche peculiar en un hotel en Sala Calilegua, Argentina, conocido por su bajo precio y su fama de estar encantado. Atraídos por la leyenda de los fantasmas de un niño y una niña que pasean por el lugar, decidieron explorar sus pasillos misteriosos. La experiencia, salpicada de sustos y descubrimientos insólitos como cadenas con esposas en las paredes, puso a prueba sus nervios. A pesar de los momentos de temor e incomodidad, la estancia culminó con un desayuno al aire libre, donde ambos coincidieron en que, a pesar de todo, fue el sitio más bonito en el que habían dormido, agradeciendo el trato recibido en el establecimiento.
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