El avance de la inteligencia artificial (IA) está marcando una nueva era en el consumo energético global, desencadenando desafíos significativos que requieren soluciones innovadoras y sostenibles. De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía, se prevé que la demanda eléctrica ligada al procesamiento de datos y al funcionamiento de centros de datos se duplique para el año 2030. Este crecimiento está impulsado principalmente por el auge de la IA generativa y los servicios digitales avanzados, lo que hace esencial replantear la planificación energética y fomentar la integración de fuentes de energía renovables.
En el panorama nacional, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha determinado la necesidad de aumentar la eficiencia energética de los centros de datos, siguiendo regulaciones alineadas con la legislación europea. Estas normativas instan a una mayor transparencia respecto al consumo energético y las emisiones generadas por estas infraestructuras digitales, que son fundamentales para la economía y la sociedad.
Destacando la indisoluble relación entre tecnología y consumo energético, el centro de formación MINT, especializado en industria 4.0 y energías renovables, examina el impacto del uso de la inteligencia artificial sobre el consumo energético y su vinculación con el avance de las energías limpias, basándose en las opiniones de expertos en su Máster en Energías Renovables y Eficiencia Energética.
Según Rubén Linacero, ingeniero en Energías Renovables, cada vez que se utiliza una herramienta de IA, se está activando un servidor remoto que consume energía y genera calor, lo que requiere sistemas de refrigeración intensivos desde el punto de vista energético. A nivel micro, el consumo por consulta puede parecer mínimo, cerca de 0,3 Wh, pero cuando se multiplica por los millones de usuarios diarios, el impacto energético se torna monumental. Linacero destaca que, para igualar el consumo de energía media de un frigorífico, es necesario realizar aproximadamente mil consultas, un número superado fácilmente en los entornos laborales.
El epicentro del consumo energético de la IA se encuentra en los centros de procesamiento de datos. Alberto Martínez, experto del Máster en Energías Renovables, explica que estos centros están creciendo rápidamente, con entre 120 y 140 centros de datos de hiperescala inaugurados anualmente, impulsados por la alta demanda de potencia de cálculo. A pesar de este crecimiento, la eficiencia energética de estas instalaciones ha mejorado significativamente, con el indicador PUE mostrando una mejora notable en la eficacia del uso energético.
La estrecha colaboración entre inteligencia artificial y energías renovables se convierte en una pieza clave para abordar estos desafíos. Linacero indica que los centros de datos están comenzando a integrar generación renovable propia, especialmente mediante energía solar fotovoltaica, y abriendo puertas a soluciones de mayor densidad energética, como parques eólicos dedicados.
El sector energético, ciertamente un negocio, se enfrenta ahora a la tarea de adaptarse a esta nueva demanda digital, explorando opciones sostenibles. La IA requiere alta calidad de suministro, sin interrupciones, lo que tradicionalmente se ha apoyado en sistemas de respaldo con diésel. Sin embargo, el sector está investigando alternativas más sostenibles, como el hidrógeno verde y los biocombustibles, así como pequeños reactores nucleares y energía hidroeléctrica y geotérmica, conformando los futuros ‘centros de datos verdes’.
Una paradoja se presenta: la IA impulsa un incremento considerable en la demanda energética, aun cuando también ofrece herramientas cruciales para optimizar redes eléctricas, transporte e infraestructuras, que concentran la mayoría del consumo energético final. Los expertos de MINT concluyen que la IA puede ser tanto un problema como una solución, dependiendo de cómo se dirija y del respaldo de las energías renovables.
Consciente de esta dualidad, el centro de formación MINT se compromete a preparar a los profesionales del futuro, destacando la importancia de entender y gestionar el impacto energético de la digitalización para diseñar un futuro tecnológico sostenible.







