La percepción de escasez temporal en la vida moderna es atribuida principalmente a la tecnología, que exige atención constante, pero también a factores socioeconómicos y culturales. Este fenómeno, que data de la Revolución Industrial, se ha intensificado con la búsqueda de eficiencia en todos los ámbitos, desde el trabajo hasta la moda. La aceleración moderna genera ansiedad y es vista como un símbolo de estatus, ya que la falta de tiempo denota éxito y relevancia. Sin embargo, la presión temporal difiere entre géneros, afectando más a las mujeres. La velocidad, exacerbada por el capitalismo digital, contribuye a la alienación y afecta la salud mental. Aunque el tiempo se ha vuelto un recurso escaso y valioso, hay movimientos que buscan resistir la prisa, defendiendo formas de vida más pausadas y conectadas.
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