En México, el debate sobre la prohibición de canciones que exaltan a criminales, como los narcocorridos, debe centrarse más en las víctimas que en los victimarios. En un contexto donde el estado no logra frenar la violencia, estos corridos se convierten en símbolos de poder y desafío. Prohibir estas canciones sin ofrecer justicia solo aumenta la leyenda de estos personajes oscuros. La administración de Claudia Sheinbaum podría aprovechar la oportunidad para enfocar el discurso en las víctimas de violencia y desarrollar un compromiso real hacia su dignificación y justicia. Colaborar con la prensa, la academia y activistas en esta causa podría ser un paso significativo, aunque un solo sexenio no bastará para resolver una crisis acumulada durante décadas. Mientras no se nombre y reconozca a las víctimas, la normalización de la violencia continuará y el ciclo de glorificación de criminales persistirá.
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