Las rutinas diarias, dominadas por hábitos automáticos, pueden socavar nuestras buenas intenciones debido a que no dependen principalmente de la fuerza de voluntad. En lugar de ello, estas acciones son gestionadas por un sistema neuronal en el cerebro que funciona de manera inconsciente y automática, lo que puede hacer que muchas veces actuemos sin darnos cuenta, siguiendo patrones establecidos sin considerar nuestras intenciones conscientes. Este fenómeno resalta la complejidad de cambiar comportamientos no deseados, dado que implica alterar estos preestablecidos circuitos mentales.
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